Esta mañana al despertar y oír la buena nueva apreté mis puños para no dejar que se escapara ni un sólo resquicio de mi alegría. "Bien, bien, bien" y recorrí la casa con paso frenético: "¡Por fin, por fin!", grité, "un negro en la Casa Blanca, 45 años después de que Luther King dijera, 'Tengo un sueño'".
Mi sueño no se para aquí. Mi sueño antes de que yo desaparezca será poder gritar: "Por fin, por fin un negro en el Vaticano". Seguro que tampoco veré a un Rey Borbón negro. Anímate Leonor y baila mucho mambo.
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