El pirata bueno: II parte

Esta vez no puede fallar, es el tercer intento. El primero fue dos días antes de salir de casa. Su madre, a la que algunas veces llama "princesa", lo descubrió y sorprendió con estas palabras. Ahora, al recordar el trance sonríe.

-Óliver. ¿Dónde vas tan sigiloso, que parece que bajas las escaleras como si flotaras en el aire?
-Yo, yo, yo... Mamá, debo haberme desorientado y pensaba que ya era de día… Pero, no te asustes que bebo un vasito de agua, hago un pis y me vuelvo a la piltra, digo a la cama.
-Pero antes me darás un beso y un abrazo fuerte, ¿no? Y me contarás por qué… has cogido la videocámara…
-¡Ah! Pues quizá es que hoy, digo mañana, pensaba hacer una grabación en la estación, ya que ayer se programó en el colegio que visitaríamos la estación.
-Ya, ya. Me suena un poco extraño pero bueno, acuéstate para que mañana estés bien despejado.
-Sí, sí, creo que soñaré con el buen día que nos espera mañana. Adiós mamá. Me subo a la piltra, digo a la cama.

El segundo fallo se produce por un error no calculado. Óliver ha estimado la distancia que hay desde casa hasta el lugar adecuado, el tiempo que la Luna tarda en situarse a la altura oportuna y el que tarda el tren procedente de Oxitrexköutd en llegar. Desde Oxitrexköutd a Älmhult y al destino elegido por Óliver Skoglund R. hay exactamente 22.630 metros. La velocidad del tren de medianoche es de 28 metros por segundo. La Luna emerge a las 24 horas clavadas y Skoglund R. sabe que en 13.47 segundos, el satélite estará a la altura perfecta para que pueda realizarse el experimento único. Él será el primero en el mundo en llevarlo a cabo.

Teniendo en cuenta que 13.47 minutos son exactamente 808.2 segundos y que el tren corre 28 metros por segundo, el lugar adecuado para el acontecimiento tiene que ser puntualmente a 22.630 metros de Oxitrexköutd, ciudad en la que el tren cruza como una exhalación a las 24 horas.

El tercer fallo no calculado por Óliver fue que llegó al lugar esperado a las 24 con 17 minutos. Skoglund había programado cada detalle, pero no pensó en un paciente clavo que aguardaba allí desde décadas para que la rueda delantera de su bici lo levantara aquella noche y se incrustara en la trasera. "¡Maldita sea!", farfulló. Ayer "la princesa" y hoy el paciente clavo. "¡Maldita sea!", volvió a decir entre dientes. La Luna demasiado alta y el tren demasiado lejos, que ya está llegando a Ösrroutrafiigh.

"Por fin hoy, por fin éste será el día. La noche es clara y luminosa, la Luna avanza majestuosa e inmensa, va a ser la más grande de todo el mes; es perfecta. La videocámara está bien cargada… esta noche lo conseguiré seguro. Óliver Skoglund R. pasará a la historia como el hombre que...". De pronto, en medio de las vías, ve la inconfundible y brillante luz de los faroles que tan bien conoce. Al menos tres lámparas en manos de tres hombres que se mueven con gran agilidad entre las vías. Oye sus voces que gritan "¡Sabotaje! ¡Sabotaje en las vías! ¡Es necesario detener el tren!". Al parecer, era obligatorio parar el tren: ¿qué pasaría? Inmediatamente, uno de los tres hombres equipado con un transmisor, comunica al tren con la máxima celeridad el incidente ocurrido. El sabotaje perpetrado llevaba el sello de la banda Perdohumo. Varios eran los troncos atravesados en los raíles, y también se encontraban allí, abandonadas deliberadamente, las cuatro ruedas de la caravana-anuncio situada cerca de casa. Dichas ruedas habían sido robadas días antes por arte de birlibirloque. Por primera vez, Óliver escucha, ve y conoce lo que es un sabotaje y el daño que puede hacer. Además, éste era uno con muy malas intenciones. Pero sobre todo hay un nombre que ya no podrá olvidar jamás. Banda Perdohumo. Banda Perdohumo...

Continuará.

1 comentario:

  1. Seguimos esperando la tercera entrega... muy emocionante.
    Besos

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