En el año en que las fiestas y acontecimientos solo los hemos visto en los almanaques, espero que en 2021, además de verlos en los calendarios, podamos volver a celebrarlos. Mientras llega ese momento, aquí vuelve la fantasía del cuento navideño que hará que, a pesar del coronavirus, pasemos un rato agradable juntos con su tímido protagonista.
Clodoaldo el tímido
Tras entrar en su casa mira el reloj. Le da tiempo a ducharse y a eliminar el sudor de su calurosa y dura hornada laboral. Se sirve una copa de moscatel y se acomoda en la vidriera junto a su gris compañero a esperar a la cartera. A la una en punto la ve doblar la esquina con los andares vigorosos que le suscitan admiración y envidia. Cada día le maravilla más que la cartera pueda arrastrar el carrito lleno de cartas y paquetes manteniendo un porte tan distinguido. Ver pasar a la cartera constituye para Clodoaldo el momento más feliz del día. Ella mira hacia la ventana y sus miradas se cruzan con el mismo brillo que tienen las miradas de dos ajedrecistas antes de comenzar la partida.
Cuando la cartera se aleja, Clodoaldo, bien comido, duerme una apacible siesta soñando con el porte de la cartera. El hornero no tiene problemas para relacionarse con los mozos; el problema lo tiene con las mozas. Su mejor amigo, Felicísimo, conoce el asunto de su timidez, y sabe que Clodoaldo tiene el corazón y el alma entregados a la cartera.
— Tu problema es que no te atreves, que te da pavor decírselo, y si dejas pasar el tiempo la cartera que tanto quieres se irá con otro corazón. Con verla pasar desde la ventana, aunque os miréis y os remiréis, no basta. Con eso solo no vas a conseguirla […]. Tengo una idea.
— ¿Una idea?
— Pues sí, una idea que hará que la cartera no solo llame a tu puerta, sino que entre en tu casa.
— Eso sería fantástico… ¡en mi casa la cartera!, pero no sé cómo lo vas a conseguir.
— ¿Tu eres del signo Leo?
— Sí, creo que sí —respondió Clodoaldo extrañado.
— Pues esta noche, antes de acostarte, escribe en un papel esta cita:
Leo: si cambias de actitud y te atreves en el día de hoy,
empezarás a formar una nueva y maravillosa familia.
>> Esta pequeña cita la metes en un sobre, vas a la oficina de Correos y te la envías a ti mismo por correo certificado. En un par de días la cartera llamará a tu puerta.
¿Harán de las suyas los horóscopos? |
Clodoaldo, más contento que unas pascuas, hizo lo acordado. Un par de días después vio a la cartera con una falda más corta y ajustada que nunca. Cuando sonó el timbre, sintió un pequeño tornado en su cuerpo que le hizo subir la sangre al rostro de una forma demasiado evidente. Intercambiaron un saludo formal acompañado de alguna apreciación meteorológica.
— Aldo —dijo la cartera—, déjeme su DNI y firme aquí. Una vez el documento haya firmado, el momento de recibir su certificado habrá llegado —y ambos rieron por el pareado—. Aldo, llevo años repartiendo cartas y certificados, pero nunca había visto un sobre en el que el destinatario fuera el mismo que el remitente.
El tornado de sangre en la cara de Clodoaldo se tornó más rojo que un clavel reventón.
Al día siguiente, Felicísimo estaba impaciente por saber cómo había ido el encuentro. El panadero le narró detalladamente el asunto, y destacó que la cartera se había dado cuenta de que en el sobre el destinatario y el remitente eran los mismos, algo que nunca había visto con anterioridad. También le contó que el “Clodo” de su nombre se había esfumado: ella le había llamado simplemente “Aldo”.
— ¡Pero el fallo del remitente es magnífico! Vamos por buen camino —se felicitó Felicísimo—. Y dices que te llamó Aldo. La verdad es que Aldo es mucho más bonito. Mañana te autoenvias otra carta, naturalmente a nombre de Aldo.
— ¿Me la envío con la misma cita?
— Sí, claro, tú eres del signo Leo, y quieres formar una nueva familia. Cuando suba a tu casa no te cortes, cuéntaselo, cuéntaseloooo, pero esta vez no la certifiques. ¡Ah!, y en el remite, pon tu propia dirección como en la anterior.
— Pero, si no la certifico, la meterá en el buzón y se marchará sin subir.
— Intuyo que sí subirá.
Dos días después vio a la cartera doblar la esquina. Estaba más bonita que nunca. Clodoaldo dudaba: “¿Subirá o no subirá? ¡Maldita sea! Debería haber certificado la carta”. En esto estaba cuando sonó el timbre. De nuevo se saludaron, esta vez con alusión al frío que hacía, pues la Navidad estaba encima y en Navidades ya se sabe, hace un frío que pela.
— ¿Me trae alguna multa, algún aviso de Hacienda?
— No, es una simple carta enviada por correo ordinario, pero como ya nos conocemos y solo son seis escalones, le hago este pequeño favor.
— ¡Ah! Muchísimas gracias. Nos conocemos pero aún no sé su nombre.
— Me llamo Eleonora, pero todos me llaman Nora.
“Aldo y Nora, Nora y Aldo”, suena bien, pensó Clodoaldo. El panadero carraspeó y le preguntó:
— Nora, ¿no te apetecería pasar y tomar una copita de moscatel? —se atrevió a tutearla.
— Bueno, con una condición: que leamos juntos el contenido de la carta que acabo de entregarte —ella también se animó a tutearlo.
— No será necesario abrir la carta. Si me dices qué signo del zodiaco eres, yo te diré lo qué dice la carta.
— ¿Mi signo? Soy Acuario.
— Acuario: ¿quieres que nos conozcamos y empezar a formar una nueva y maravillosa familia?
— Leo, claro que quiero, pero pensaba que nunca me lo ibas a pedir.
— ¿Cómo sabes que soy Leo?
— Al ver tus cartas con el mismo destinatario y el mismo remitente, no lo pude resistir y las abrí para descubrir lo que te escribías a ti mismo.
— Te has saltado el juramento deontológico de Correos; eso es falta grave, podría denunciarte— bromeó el panadero.
— Podrías, pero no lo harás, porque si lo haces, romperás en mil pedazos la ilusión y perderías a la cartera y al amor de tu vida.
— Nora, ¿no te apetecería pasar y tomar una copita de moscatel? —se atrevió a tutearla.
— Bueno, con una condición: que leamos juntos el contenido de la carta que acabo de entregarte —ella también se animó a tutearlo.
— No será necesario abrir la carta. Si me dices qué signo del zodiaco eres, yo te diré lo qué dice la carta.
— ¿Mi signo? Soy Acuario.
— Acuario: ¿quieres que nos conozcamos y empezar a formar una nueva y maravillosa familia?
— Leo, claro que quiero, pero pensaba que nunca me lo ibas a pedir.
— ¿Cómo sabes que soy Leo?
— Al ver tus cartas con el mismo destinatario y el mismo remitente, no lo pude resistir y las abrí para descubrir lo que te escribías a ti mismo.
— Te has saltado el juramento deontológico de Correos; eso es falta grave, podría denunciarte— bromeó el panadero.
— Podrías, pero no lo harás, porque si lo haces, romperás en mil pedazos la ilusión y perderías a la cartera y al amor de tu vida.
Ambos se dedicaron una sonrisa llena de luz y felicidad y, en el alfeizar de la ventana, el gato del ya no tan tímido Clodoaldo, un gato gris como la bóveda del cielo a punto de amanecer, se asomó con la cola levantada intuyendo que pronto habría cambios en la casa.
Acuario ❤ Leo |
Felices fiestas y feliz año 2021.
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