No entendía el drástico cambio, el cambio de actitud de la valiente exploradora, de la intrépida aventurera y, sobre todo, no comprendía aquel "liberarme de ella, de ella, de ella...". Antes de parar, la chica abrió la puerta y, con gran habilidad, se apeó del vehículo, alejándose con toda velocidad. Bajé del taxi y a voz en grito, le increpé: "Joer! ¡Joer! Espere, espere, que aún no me ha pagado, que se larga sin pagarme...!" La situación era un poco cómica: en pleno Madrid y a treinta metros de distancia, yo, reclamando el importe del taxímetro y ella diciéndome, "que le pague ella, ella, la muy presumida, la muy elegantísima, la de la cintura estrechísima, la de piel dorada, ella que siempre viaja gratis". "Pero, ¿quién es ella? ¡Aquí no hay nadie! Además, usted ha viajado completamente sola, usted delira y ve lo que los demás no vemos". "No, ella ha viajado conmigo, aún sigue en el asiento trasero de su taxi tan ricamente", contestó. La intrépida y "renegría" viajera se alejaba y lo último que oí fue: "Ella, ella, ella, que encima puede viajar sin aguantar atascos; ella, la de la cintura estrecha; que le pague ella".
"Pobre", pensé, "sin duda la chica se ha vuelto loca". Pero la seguridad de sus palabras me hicieron mirar al asiento trasero (total, por mirar, poco me cuesta). Entonces la vi, allí estaba, con su estrecha cintura, su cuerpo doradito, henchida de azúcar, borracha de miel, inofensiva como todas las avispas de octubre, las avispas de la vendimia, las mismas que se pasean por la piel de loa vendimiadores, por mi propia piel. Allí estaba, la de la cinturita de aguja que tanto pánico había provocado en la farsante aventurera de la Amazonía. Ella era la que me tenía que pagar.
Valiéndome de mi tarjeta identificativa a modo de bandeja, la acerqué a sus pequeñas patitas y sin mucho esfuerzo subió sobre la tarjeta y la saqué a la calle, soplé con suavidad, para que se sintiera libre: "Anda, anda, rubita, utiliza tus alas y ve con tu compañera de viaje". Antes de que pasaran treinta segundos, pude ver a lo lejos el manoteo acelerado de la chica intentando liberarse de la viajera de estrecha cintura. Cualquier cosa es aprovechada para viajar gratis en el taxi.
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