Óliver Skoglund observa con horror el desastre producido por el sabotaje. Maldice los daños que han intentado causar con un descarrilamiento absurdo que, finalmente, la habilidad y pericia de los empleados del ferrocarril y los faroles de potentísima luz evitaron. A su edad no puede concebir qué beneficio se puede obtener de semejante atrocidad; sólo piensa en el mal por el mal. Su cara no era la de un poema: reflejaba toda la tragedia griega.
Recuperado del tremendo impacto y sabiendo que su trabajo tendría que esperar al día siguiente, actuó rápido. Para no ser descubierto por los trabajadores del ferrocarril y la policía que al instante llegó al lugar, se ocultó detrás de unos arbustos. Raudo, grabó con su videocámara de rayos infrarrojos lo que acontecía en las vías y la forma en que la "pasma" llevaba "in situ" lo que se conoce por investigación y recogida de todas las pruebas posibles. Escuchó varias veces las palabras "Perdohumo, Banda Perdohumo, esto es obra del los malditos Eiracos Perdohumos".
Cuando el orden fue restablecido y las vías quedaron limpias, el tren pudo por fin emprender el viaje hacia Ösrrutrafiigh. Naturalmente, a esas horas la hermosísima Luna estaba muy alta y el cometido de Skoglund se había esfumado. Resignado, se dijo: "Habrá que esperar a la noche de mañana".
El mes de diciembre avanzaba inexorablemente y el plazo para realizar su trabajo expiraría muy pronto. El colegio había señalado el 28 como fecha tope y la naturaleza y el cosmos llevan siglos fijando las fechas y las fases de la Luna. El 26 comenzaría a menguar, por lo que había que darse prisa si quería aprovechar la Luna en todo su esplendor.
Regresó a casa, pero antes recogió una cartera de cuero negro que, sin duda, alguno de los delincuentes de la Banda Perdohumo había perdido en la alocada huída. El azar quiso que no fuera descubierta ni por la torpe e ineficiente "poli" ni por los empleados de trenes.
Llegó a casa sigilosamente y guardó la bici en la caseta. La cartera la camufló en la cabaña contigua destinada al almacenamiento de la leña y otros muchos enseres que se apilan sin saber para qué se guardan. Penetró en casa sin despertar a nadie y, por supuesto, a la princesa. Recogió su videocámara, bebió un vaso de leche fría y se acostó como si nada hubiera sucedido.
Amanece un nuevo día y todos los residentes del número 3 se van levantando, uno tras otro. Óliver no percibe que ya es de día y se queda dormido profundamente, lo que hace que la princesa murmure entre dientes: "Qué raro, es increíble. Qué extraño que Óliver no haya gritado '¡Mamá!¡Mamá! ¿Es ya la mañana, es ya la mañana?'. Debe haberle cogido gusto a las vacaciones". Se acerca a la cama con el sigilo de una serpiente y con voz suave susurra "Óliver, Óliver, que ya es la mañana y, además, hace un sol espléndido". Abre y cierra los ojos cómicamente varias veces y sonríe a la vez que besa a la mamá princesa, que también se ríe alegre.
Pasa el día y Óliver ha tecleado en internet "Banda Perdohumo". La pantalla escupe lo siguiente: "Banda creada por Eiraco Perdohumo en el sur de Italia. Sus andanzas, fechorías y actividades son, principalmente, el robo, sabotaje, chantaje y secuestro. Unos angelitos de colmillo retorcido". Lo descubierto le despierta la curiosidad de ver el contenido de la cartera de cuero negro. Se acerca a la cabaña de la leña y con emoción contenida la abre. Lo que encuentra es por el momento de lo más decepcionante: tres documentos iguales mecanografiados en italiano. Observa que los han escrito tres máquinas diferentes, una de ellas muy antigua, pues la letra H no aparece en ninguna palabra que la lleva. Curiosamente, Perdohumo siempre aparece así, "Perdo umo", dejando un hueco para la H pero sin rastro de ella.
Skoglund piensa en este detalle e intuye que algún misterio o contraseña guarda la copia que no registra la H. Qué enigma, qué clave, qué encerrará la fuga de esa letra tantas veces innecesaria. De momento y por ahora Óliver no tiene tiempo para averiguar el desenlace. Su cometido debe centrarse en el trabajo abortado por los autores de dichos documentos, papeles que esconde a buen recaudo para que nadie los descubra.
Por fin, cuando todos duermen Óliver se levanta clandestinamente. Se equipa con sus buenas botas, guantes y bufanda, se cala la gorra, coge la videocámara y el trípode y, a la hora perfectamente cronometrada (ha previsto incluso los pacientes clavos del camino) monta en su bici y se dirige al lugar adecuado, al lugar único en la Tierra para realizar el trabajo que dará la vuelta al mundo.
Esta noche será la gran noche. El cielo es azul y limpio. Óliver escudriña el horizonte achicando los ojos, frunce la frente con un gesto de preocupación, aunque sin motivos. "No hay motivos", susurra, "la noche es hermosa, diciembre es el mes de la Luna, Suecia es el único país en el que existe esta Luna que yo...". Monta su cámara con la misma destreza que el mismísimo Frank Capra. La Luna emerge lentamente y el primer trozo que asoma parece un inmenso pan amarillo. Skoglund enfoca su objetivo al satélite. A lo lejos, suena el pitido del tren que pasa por la ciudad de Öxitrexkoutd. Mira su reloj y el cálculo cuadra. La Luna se muestra en todo su esplendor, el tren prosigue a la velocidad adecuada, a Óliver se le reseca la boca, la respiración se acelera, el fenómeno va a ocurrir por fin.
La Luna, a un lado en el horizonte; la videocámara, grabando al otro lado y, el tren que pasa por el medio eclipsando la Luna justo a la altura de las 365 ventanas que posee el tren. Óliver siente los "zas, zas, zas" de la sombra que forman los travesaños verticales de las ventanas; ve con emoción cómo la hermosa Luna es cortada en rodajas perfectamente redondas, cayendo en bandejas de plata que la brillante y limpia nieve parecen formar. Las lonchas van cayendo como si fueran quesos, uno por cada día del año. Óliver Skoglund ha conseguido trocear la Luna de diciembre, la Luna de Suecia. Sólo necesita pasar la grabación a una revolución semilenta para ver el troceado con toda nitidez.
Todos preguntarán cómo lo ha logrado y muchos no darán crédito a lo que ven, se quedarán pasmados. Todos preguntarán y Skoglund, bromista, guasón, algo altivo y orgulloso, contestará: "Je,je,je. Fácil, muy fácil, sólo hay que estar, en el sitio justo, a la hora adecuada, en el mes idóneo, en el país único y, sobre todo, que la Banda Perdohumo, que la banda de Eiraco Perdo umo no interfiera.
Continuará...
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