Tal vez los 24 años que hemos convivido no han sido un abrumador ejemplo de convivencia.
No somos lectores eruditos, ni grandes melómanos, de cine y teatro lo justito, la guía Michelín no está entre nuestra gastronomía, los cócteles no abundan en la tertulia de sobremesa. En lugar de discretos al menos yo peco de ostentoso, intento sin conseguirlo ser ocurrente y gracioso. El tono de voz no es amplio, escasea en registros y vocalización.
Nuestro hogar puede que sea un modelo de pulcritud y de orden, su ubicación no es de las peores pero roba demasiado sueño y bastante tiempo.
No guisamos como cocineros franceses, ni atendemos como refinadas geishas de Tokio.
Cuando ha sido necesario militar hemos pasado y nuestro dogma ha sido "que se rompan la cara otros", "eso no va conmigo".
Nuestra elegancia es ruda, la generosidad bastante discreta, presumimos de progresistas pero sólo se queda en una simple presunción. Seguramente no han sido estos los motivos de tu autodeterminación, para nosotros tu independencia no ha roto ni un sólo lazo y tu emancipación es una bendita autodeterminación pues sigues estando unida de tu umbilical hogar.
Si la vida golpea fuerte no olvides que en el hogar de tus primeros 24 años tienes arrinconado todos los momentos felices que estoy seguro que han existido, que la felicidad a menudo es un simple olor a sábanas limpias, que las puertas para reencontrarte con ellos estaran siempre abiertas. Además, encontrarás el deseo de cambio hacia el pensamiento y el espíritu que cita el correo, tú sabes que tus padres y, sobre todo yo, aún somos seres inacabados. Ósculos.
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