Cómodo e imaginativo sofá

¡Ay! Sofá, sofá, que sólo a mí me gustas. Verdaderamente no entiendo por qué los demás te detestan y te miran con desprecio exclamando, "todo, todo muy bonito ¡ahhh! pero este sofá es que rechina". Pero yo resistiré, porque tú eres un sofá aunténtico, con un esqueleto de durísima madera de haya, selecionada de las mejores hayas del Hayedo de Montejo, tu torneado perfecto, tus reposabrazos y tu magnífico bastidor, un armazón de finas y resistentes láminas. Yo he reforzado los puntos de apoyo evitando y asegurando que cedas al peso de cualquiera (gordo o flaco) que desee disfrutar de una larga o corta siesta en tus cómodos cojines. Tu piel fue roja como la bandera comunista, ahora es oscura y sedosa, tu primera estancia fue en el cuarto de estar, allí saltaron sobre ti mis pequeñas fierecillas, mucho después te pusimos de pie para sacarte, paciente esperaste en el altillo hasta que un Pepecar te trasladó y te ubicó en el mejor de los salones.

Ahí estás frente a la chimenea, sofá, sofá de mis buenas siestas, despreciado por todos, no te tienen en cuenta y no te agradecen tus buenos servicios. "Aauuueehhh, aaaeeeuuuiihhh, qué placer poder bostezar tan cerca de tu aterciopelada tela, ha llegado el momento de fundirme en tu amplio y espacioso bastidor y tus suaves cojines y disfrutar de este inmenso sopor que poco a poco se adueña de mí. Con el permiso de todos aquellos que no les gusta esta maravilla de sofá". El sueño me vence, el sopor
se apodera de mi, aaaaeeeuuuhhhh... Me duermo, me duermo plácidamente...

Entre sueños, llega ella, besa mis pies, la rechazo, ella insiste y acaricia el empeine, sigue por el talón, pasa por las rodillas,l a rechazo de nuevo, se va, vuelve, de los pies a la boca, al pecho, a los ojos, a la boca de nuevo, se ceba en el cuello, sigue por los brazos, la rechazo, insiste, va a la boca, a los ojos, a la nariz, a los pies, a las orejas, al ombligo, a las piernas, a la boca, cansina y pesada una y otra vez. ¡Dios!¡Dios! Me levanto taquicárdico perdido, el corazón negro negrito, como los ojos de la "caramba". Cojo un paño de cocina, lo mojo, me lo paso por la frente, "¡te mataré!¡ maldita sea! Ya lo creo que ¡te mataré!". La veo frotándose sus pequeñas manitas sobre el reposabrazos de mi querido sofá, "de ésta no te escapas", con cuidado me acerco y ¡zas! La puñetera mosca sin un ¡ay!, sin un lamento, salta por el aire y realiza su último vuelo.

El reposabrazos de mi sofá ni se ha inmutado, todo limpio, ni una sola huella. La policía "mosconera" no encontrará nada, el calor secará la pequeña humedad que el paño dejó en el reposabrazos. Tranquilamente reinicio de nuevo la siesta.

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