
Ahí estás frente a la chimenea, sofá, sofá de mis buenas siestas, despreciado por todos, no te tienen en cuenta y no te agradecen tus buenos servicios. "Aauuueehhh, aaaeeeuuuiihhh, qué placer poder bostezar tan cerca de tu aterciopelada tela, ha llegado el momento de fundirme en tu amplio y espacioso bastidor y tus suaves cojines y disfrutar de este inmenso sopor que poco a poco se adueña de mí. Con el permiso de todos aquellos que no les gusta esta maravilla de sofá". El sueño me vence, el sopor
se apodera de mi, aaaaeeeuuuhhhh... Me duermo, me duermo plácidamente...
Entre sueños, llega ella, besa mis pies, la rechazo, ella insiste y acaricia el empeine, sigue por el talón, pasa por las rodillas,l a rechazo de nuevo, se va, vuelve, de los pies a la boca, al pecho, a los ojos, a la boca de nuevo, se ceba en el cuello, sigue por los brazos, la rechazo, insiste, va a la boca, a los ojos, a la nariz, a los pies, a las orejas, al ombligo, a las piernas, a la boca, cansina y pesada una y otra vez. ¡Dios!¡Dios! Me levanto taquicárdico perdido, el corazón negro negrito, como los ojos de la "caramba". Cojo un paño de cocina, lo mojo, me lo paso por la frente, "¡te mataré!¡ maldita sea! Ya lo creo que ¡te mataré!". La veo frotándose sus pequeñas manitas sobre el reposabrazos de mi querido sofá, "de ésta no te escapas", con cuidado me acerco y ¡zas! La puñetera mosca sin un ¡ay!, sin un lamento, salta por el aire y realiza su último vuelo.
El reposabrazos de mi sofá ni se ha inmutado, todo limpio, ni una sola huella. La policía "mosconera" no encontrará nada, el calor secará la pequeña humedad que el paño dejó en el reposabrazos. Tranquilamente reinicio de nuevo la siesta.
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