Laira cumple 3 años. 3 + 2 = aventura

— Abuelo, abuelo.
— Dime, dime, Laira.
— ¿Hace cuánto tiempo que conoces el Castillo Viejo?
— Creo que lo descubrimos cuando Óliver y Amaya eran más pequeños que tú.
— ¿Y crees que estaremos allí en el horario que trabajan las moscas pintoras?
— Sí, por eso hemos salido tan temprano.
— ¿Y el fantasma IRIS nos dejará ver cómo dibujan las moscas pintoras?
— En la aventura anterior el fantasma nos dijo el horario de trabajo de las moscas, así que puede que hoy nos ponga alguna prueba complicada y, una vez superada, nos dejará acceder. Creo que, además, nos regalará alguna de sus pinturas.
— Pido palabra, pido palabra —exclamó Amaya.
— ¿Qué prueba nos pondrá IRIS para dejarnos ver a las moscas pintoras?
— Seguramente pondrá la condición de que seamos capaces de descubrir la casa del Orate.
— ¿Y qué es un orate? —inquirió Óliver.
— Un orate es alguien que está un poco loco, ido, que siempre está contento, de buen humor… alguien que crea inventos estrambóticos con el fin de utilizarlos algún día, pero que seguramente no usará porque son inventos de un orate botarate vacíos de contenido que no sirven para nada —explicó la Abuela Chani.

Pintado por la tata Mónica.

— Pero al Orate del Castillo de Viejo tengo oído que le gusta mucho leer y seguro que alguno de sus inventos los utiliza a menudo.
— Ojalá el fantasma nos ponga esa prueba: ¡queremos ver cómo es la casa del Orate! —dijeron los tres a la vez.
— De los disparates que hemos visto en el Castillo Viejo, ¿cuál es el que más os ha gustado?
— A mí —dijo Óliver—, los pájaros guarrindongos porque son capaces de coger al vuelo todas las gallináceas y depositarlas en la pileta para que el fantasma IRIS fabrique la pintura para las moscas pintoras.

La abuela dijo que lo mejor era la piscina de los peces mondapies, le encanta lo limpios y mondados que le dejaban los pies. La pared de plata de los caracoles zurdos, dijeron Amaya y Laira: "Todo es muy guay en el Castillo Viejo". Hablando, hablando, sin darse cuenta, estaban delante del fantasma IRIS, que les saludó muy contento por la nueva visita del equipo 3+2=Aventura. Después dijo:

— Lo prometido es deuda, y esa deuda os la mostraré enseguida, pero antes tenéis un reto que cumplir: encontrar la casa del Orate, así que si no encontráis dónde está el Orate y su morada, con todo el dolor de mi corazón, os volveréis a casa sin ver trabajar a las moscas pintoras.
— Necesitamos unas pistas, alguna dirección que nos oriente para no perder mucho tiempo y encontrarla pronto con el fin de estar de vuelta antes de que las moscas pintoras cumplan su horario —pidió la abuela Chani.
— Solo os diré que tenéis que caminar en dirección oeste, es decir, hacia donde el sol se oculta.

Caminaron, pues, con el sol dándole en la espalda, bajaron una cuesta, luego una larga llanura, por último, una empinada cuesta que los dejó agotados y casi se bebieron toda el agua. Cuando ya habían perdido las esperanzas de encontrar la casa del Orate y estaban a punto de darse la vuelta, oyeron una potente y desgarradora voz que les decía. "Aquí, aquí, sobre este promontorio vive el Orate gallego más orate y listo del mundo. Subid a la gran explanada y contemplad la casa más original y bonita del universo".

— ¿Habéis oído lo que yo he oído? —dijo el abuelo.
— ¡Sí, sí, sí! —dijeron cuatro voces a la vez—. ¡Estamos salvados! Subamos el promontorio, subamos a la gran explanada.

Y subieron y vieron la casa del Orate. La casa estaba construida sobre un cono cilíndrico de un metro cúbico de grosor, de unos cuatro metros de altura. A esta altura se superponía una plataforma redonda dotada de un engranaje en la que se engarzaba otro piñón dentado con una enorme manivela que, sin mucho esfuerzo, hacía que la casa girara.

El Orate les explicó que su casa era la única en el mundo que tenía 365 ojos de buey, uno para cada día del año. El día 1 de enero los primeros rayos del astro penetraban por el ojo de buey e iluminaban la cara del Orate.

El Orate, para que esto sucediera, cuando el sol se ocultaba, con la ayuda de la manivela que movía el engranaje solo tenía que situar el ojo de buey correspondiente a cada día del año. 1 de enero, 2 de enero, 3 de enero… así todos los días del año y en cada ventanita, en la parte de abajo, el Orate había ido anotando la hora exacta en la que el sol salía. El 1 de enero del año 1788 el sol había salido a las 8:47 horas y desde ese año había empezado el Orate a recibir los primeros rayos del sol en su cama y en su cara. Una curiosidad muy interesante es que el día de año nuevo jamás amanece nublado en el Castillo Viejo, siempre hace un sol espléndido. 

El Orate iba vestido con ropa de pirata de mar, con un sombrero de bucanero, y llevaba colgado al hombro un telescopio que parecía de juguete. Había muchos pájaros en los alrededores de la casa del Orate. El Orate nombró un montón: cigüeñas, calandrias, chochaperdices, zancudas, grullas, alondras, cogujadas, pardales, verderones, zorzales, urracas, estorninos, chotacabras. De vez en cuando emitía un silbido y un pájaro mitad murciélago, mitad loro, acudía con una nuez, una almendra, una avellana que el Orate, sin vacilar con un martillo de plata sobre un yunque de acero, partía y se trasquilaba enseguida. La especie y nombre del ave que le llevaba los frutos secos se llamaba murciloro, una especie que solo habita en el Castillo Viejo, para el Orate el mejor de entre todos los pájaros citados.

Pintado por la tata Mónica.

Óliver preguntó al Orate por los días que estaba nublado, sobre cómo podía saber a qué hora salía el sol. El Orate contestó que eso le había costado armarse de paciencia y muchos años saberlo, esperar muchos días, meses y años a que esos días nubosos amanecieran soleados.

Pintado por La Tata.
Por la parte de atrás, la casa estaba rodeada de árboles altísimos. Por la parte de adelante se encontraba despejada para que el sol no tuviera impedimentos. El Orate había instalado redes que salían por las ventanas, a través de las cuales él podía acceder como si fuera un mono a los árboles y sentarse en las ramas, donde se pasaba horas y horas leyendo, pues esa era su gran pasión, leer encaramado en lo árboles.

El Orate les comunicó que las moscas pintoras ese día estaban dibujando la casa del Orate, así que después de llenarles las cantimploras de agua fresca, le aconsejó al equipo que volvieran a la zona del fantasma, antes de que las moscas terminarán su jornada de pintura. Así lo hicieron, y por fin pudieron ver cómo pintaban las moscas.

Sobre una plataforma rectangular de tres metros de ancho por seis de largo el fantasma había extendido un lienzo. Con una máquina de sulfatar, el fantasma rociaba el lienzo con agua almibarada, y las moscas acudían raudas y veloces. Previamente había situado siete bandejas de pintura con los siete colores del arcoíris, y las moscas mojaban sus manitas delanteras en las bandejas, y así poco a poco iban pintando la casa del Orate con sus árboles en la parte de atrás, sus 365 ojos de buey, el mecanismo para hacer girar la casa enfrentando el ojo de buey justo al punto en que el sol nacía, para que cada día los primeros rayos del sol llenarán de felicidad la cara del Orate gallego que vive en el Castillo Viejo, haciendo lo que más le gusta, leer sobre los árboles, y comer frutos secos servidos por el fiel Murciloro.

¿El libro favorito del Orate?

Tenemos que regresar y cumplir una tarea que nos encomendó el Fantasma IRIS, a ver si somos capaces de pintar la casa del Orate como la han pintado las moscas pintoras.

A 7 de mayo de 2022. Muchas felicidades al Equipo de 3+2= Aventura.

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