“Abuelo, duérmete y sueña un cuento para me lo cuentes mañana, que cumplo nueve años” |
Anoche no me podía dormir. Pensaba en que cuando la noche pasara, Amaya cumpliría nueve años. Sin saber cómo, Amaya se presentó en mi habitación con un vestido blanco con mariposas rojas sentada sobre un columpio de cuerdas azules colgado de un enorme árbol. Allí estaba y me susurró: “Abuelo, duérmete y sueña un cuento para me lo cuentes mañana, que cumplo nueve años”. Amaya empezó a balancearse sobre el columpio mientras yo intentaba contar las mariposas de su vestido; así, mirando la risa de Amaya y la cara diferente que ponía en cada balanceo por fin me quedé dormido, diciéndome a mí mismo: “Tengo que soñar un cuento”. Y este es el cuento que soñé:
Caminábamos la abuela Chani, Óliver, Amaya, Laira y yo por unos senderos con muchos árboles, en un paraje muy frondoso. Nos habíamos propuesto encontrar el Castillo Viejo del que todo el pueblo hablaba. Dentro del castillo teníamos que hallar algo que muy pocas personas han visto. Cuando ya pensábamos que nunca lo encontraríamos y estábamos a punto de volvernos para atrás, Laira, que iba de la mano de Amaya, empezó a apretar la mano de su prima, y con el dedito de la mano libre apuntaba hacia un claro del bosque. “¡Allí, allí!”, decía Laira. Todos miramos en la dirección que apuntaba el dedito de Laira.
Allí, en un pequeño claro del bosque, aparecían las paredes derruidas de un castillo o fortaleza construido en los años de Maricastaña. Ahí está el Castillo Viejo del que todo el pueblo habla pero que nadie hasta hoy ha visto. Vamos a ver qué descubrimos. “Pero, eso sí —dijo la abuela Chani—, con mucho cuidado porque puede que haya trampas o pozos ocultos en los que caer y tenemos que volver a casa todos sanos y salvos. Tú, Óliver, cuidarás de Amaya, yo cuidaré de Laira. ¿De acuerdo?”. Ok, respondió Óliver.
Entramos en la fortaleza, y después de mucho esfuerzo y de mucho buscar, vi que Amaya y Laira se reían. Se estaban fijando en unas hormigas que iban y venían, y luego se introducían en cinco casas de cristal transparente que estaban ocultas por zarzas y plantas de verdosas enredaderas. Aparté como pude las enredaderas y las zarzas, y fue maravilloso o las cinco casas de las hormigas; era fantástico poder observar el interior de los hormigueros, ser testigo del trabajo del inmenso ejército de hormigas perfectamente organizadas. El grano a un lado, los huevos de nuevas hormigas a otro, las pajas blandas conformaban las camas… “Todo, todo, todo muy bien organizado”, decía la abuela Chani.
Aún quedaban muchas cosas por descubrir en el castillo, y lo siguiente que encontramos fue un acuario, es decir, una pileta de piedra en la que entraba el agua por una punta y salía por la otra. A lo largo de la pileta había una especie de poyete para sentarse cómodamente y meter los pies en el interior de la pila, que estaba llena de agua ni fría ni caliente y de peces de colores. En la parte alta de la pared se podía leer:
ACUARIO DE PECES CALLISTAS Y MONDAPIES
LOS PECES CALLISTAS SON MUY BENEFICIOSOS PARA QUE SUS PIES SE VUELVAN LIGEROS COMO LAS ALAS DE LOS PÁJAROS.
EN QUINCE MINUTOS SUS PIES QUEDARÁN LISTOS Y LIMPIOS DE IMPUREZAS. ASÍ PUES, LA SESIÓN NO PUEDE DURAR MÁS DE QUINCE MINUTOS; PASADO ESTE TIEMPO LOS PECES SE CONVIERTEN EN PIRAÑAS Y USTEDES SE QUEDARÁN, PRIMERO, SIN EL DEDO PEQUEÑO, LUEGO SIN EL GORDO...
Les advertí de lo que decía el cartel y Óliver, que tenía reloj, controló la hora de meter los pies en la pileta. Un minuto antes del tiempo previsto, sacamos los pies del acuario y todos nos sentimos como si tuviéramos alas en los pies. Así volvimos al pueblo, ligeros y felices porque por fin habíamos conocido el Castillo Viejo del que todo el mundo hablaba pero que nadie había visto, excepto nosotros cinco.
Peces multicolores... callistas y mondapies |
Me desperté con un problema que no consigo resolver. Amaya, ayúdame tú a resolverlo. ¿Cuántos dedos obtienes si sumas los de los pies que estuvieron dentro de la pileta del castillo y los de los nueve años que cumples hoy? ¿Qué número da?
Muchas felicidades, Amaya, y no te olvides que tenemos que volver al Castillo Viejo porque todavía quedan muchas cosas por descubrir allí.
Continuará…
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