Komando Antipancho


- ¿Adelmo, cómo llevas el día?
- Pues no muy bien; me quedan treinta peldaños para la primera planta y mira la hora que es.
- Bueno, no te puedes quejar, a mí me queda un tramo de ocho peldaños más que a ti. 

Los taxistas latinoamericanos, con su lenguaje particular, cuentan cómo va el día de trabajo, la buchaca o la hoja, en jerga española. Una planta, 100 euros; una planta y treinta peldaños, 130. Un ático equivale a 400 euros. 

- El ático es imposible de alcanzar, hay que esperar a Nochevieja, día que los taxistas españoles celebran en familia y otra muchedumbre de todas partes lo festeja en la calle.
- Claro que, como nuestra familia está tan lejos, para compensar a nuestros jefecitos, nosotros en esa fecha nos pelamos el culandro un poco más y llegamos al ático, más los peldaños que suben a la buhardilla– prosiguen.
 - Sí, y encima para ver y oír a los del KAP, los que van jaleando al Komando Antipancho.
- ¿Has visto las pintadas que hay en el puente de  acceso a la T1? Qué vergüenza, nadie las borra, y ahí siguen por los restos. La diana y el cañón del rifle en las leyendas "IrOs" y la O mayúscula en forma de mira telescópica. “Panchos NO” y de nuevo la O con una N en su interior para decirnos dos veces NO. “¡A trillar y matar panchOs!”, “¡Fuera panchOs del taxi!”, “¡Mata panchOs! – exclama haciendo gestos.
 - Sí, las he visto, pero el otro día oí a varios taxistas españoles criticando las pintadas y uno de ellos tomó fotos con su móvil y comentó que se las iba a mandar al Ministerio del Interior para que hicieran algo. No todos son antipanchos, aquellos al menos se sentían avergonzados. Mientras sean solo pintadas y no pasen a la acción, creo que no tiene mayor importancia.
- Ya, pero ¿y si algún loco se toma la doctrina al pie de la letra? Luego será tarde, ¿no crees?
- Quién sabe, quién sabe. Ojalá no tengamos que lamentarlo.



 Adelmo, después de 130 minutos de espera en la T1, por fin tenía un viajero a bordo del taxi.
- Muy buenas, caballero. Es un placer servirle y llevarle al destino que desee.
- Estupendo, lléveme a la calle Añastro, 45.
- Muy bien, señor, tranquila y bonita zona. 

Más contento que unas pascuas, Adelmo enfiló la M11 en dirección a la calle señalada. No imaginaba el terrible suceso que se iba a desencadenar… ya que un miembro del Komando Antipancho había decidido pasar a la acción: había determinado eliminar a un taxista, etiquetado despectivamente, panchito. La zona elegida, la colonia Sagrados Corazones, paradójicamente en la calle Añastro. Zona rica, residencial, serena y de fácil huida.

Cuando el taxi abordó la vía indicada, Enrique, el hijo más pijo del multimillonario paralítico vecino del barrio, creador del KAP (¡qué casualidad!) y dueño de un ático muy aparente en la zona, se encontraba oculto tras un muro desde donde podía divisar todo lo que ocurría en la calle. Ver sin ser visto, la clave para llevar con éxito la primera acción del KAP.

En la colonia la vida se despertaba cada mañana, o más bien se desperezaba, como todos los días. Los mirlos cantaban, los niños alborotaban en los patios de las guarderías, de los colegios, de los institutos, el loco de turno hablaba consigo mismo y, como un reloj, un joven ecuatoriano empujaba la lujosa silla de ruedas, con el bien vestido y aseado cuerpo del multimillonario paralítico. Dulcemente el cuidador le hablaba al oído y le contaba todo lo que ocurría en la tranquila comunidad.

Cuando el taxi había llegado a su destino, los ojos aterciopelados del francotirador se perfilaron hacia Adelmo, taxista colombiano que, con este servicio, culminó el peldaño 83. El viajero pagó y se marchó, pero se había dejado algo en el asiento trasero. Con el rabillo del ojo Adelmo lo descubrió y, sin pensarlo, se abalanzó como un resorte sobre él con el fin de entregar al instante el preciado móvil.
El dedo de Enrique presionó el gatillo del rifle, pero el balanceo que produjo el inesperado impulso de Adelmo sobre el taxi, desniveló la trayectoria del punto de mira. La bala dirigida hacia el taxista impactó en la esquina trasera del vehículo para finalmente alcanzar en su desviado recorrido el cuello del paralítico multimillonario. 

El joven ecuatoriano conductor de la silla de ruedas y Adelmo, conductor colombiano del taxi,   acaudalado empresario. “Agárrese, señor, agárrese y no se aflija que, pronto, muy pronto, será primavera".   
intentaron taponar la herida que el francotirador del KAP había producido en el maltrecho discapacitado de la colonia Sagrados Corazones sin saber que la sangre derramada era sangre de su sangre… Su asistente le susurraba con cariño: "Agárrese a la vida, señor, agárrese como la hiedra se agarra a la pared, agárrese con sus manos...”. “Ya no tengo fuerzas, ya no me quedan fuerzas...”, musitaba el casi inerte cuerpo del acaudalado empresario. "Agárrese, señor, agárrese y no se aflija que, pronto, muy pronto, será primavera".

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