Reflexión con la mejilla sobre una mano
Con la mejilla sobre una mano la viajera que en estos momentos prefiere no pensar, ahuyenta de sí el maléfico duendecillo de los proyectos demasiado concretos; murmura sin mover los labios; pasea con el último caminar de un ciervo herido, con postas en el corazón. Como al niño a quien espanta la noche, la viajera, ese niño perdido en medio de la niebla, le tiembla el pulso del alma. Cuando a solas procura hacerse al paisaje, a las plantas, a los objetos, a las caras, a las voces, la viajera entiende el extraño hablar, el raro murmullo y poco a poco aparta de si toda suerte de vagos presentimientos. De pronto el aire cobra nuevos y deliciosos matices; lo que antes le parecía espantoso ahora es bellísimo. La viajera beberá a breves sorbos este tiempo nuevo, esta aventura desconocida y emocionante, pero con la mejilla sobre una mano pensará de vez en cuando en el momento del retorno.
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"La viajera" era yo. Creo que esto lo escribiste cuando iba a viajar a Inglaterra por tres meses. Qué valiente parecía eso por entonces... Y quién iba a decir que mi viaje continuaría unos años más tarde y a un país aún más lejano. Quizás tú lo sospechabas...
ResponderEliminarMuchas gracias por tus escritos, son fantásticos!
Mónica (Hija)