Mucho ha calentado el sol
desde que Villi y José comenzaron la aventura de amarse, vivir y envejecer
juntos. No tenía José todos los beneplácitos por parte del Sr. Paco en San
Martín, tío Paco en Villanueva y para algunos "Nuestro señor".
En los años sesenta se
llevaba lo serio, lo cabal, lo formal. Hombre serio, cabal y trabajador y la
guinda... Tener novia formal. No veía el Sr. Paco esas cualidades en el novio
formal y enamorado hasta las trancas. Tampoco veía fincas ni ganado; del arado
y demás labores del campo, de eso no digamos. Qué equivocado estaba el tío
Paco.
Aún así, José se atrevió a pedir la entrada en casa. Aunque uno sea joven y enamorado en Villanueva en invierno hace un frío del copón, y se está mucho mejor al calor del brasero. El Sr. Paco con un par le dijo que nones. La negativa no le quitó el sueño a José, que siguió pasando frío y durmiendo a pierna suelta.
José tenía mucho a su
favor. Para mí José era como el mago Merlín, no sé cómo lo hacía, pero de mis
orejas sacaba caramelos y con una amplia sonrisa que iluminaba toda su cara me
los ofrecía. A mi hermana Villi además de la profundidad de sus ojos negros, le
daba la fuerza, la ternura, la magia de su amor.
De lo más hondo de su amor
extraía unas gotitas de esencia de ese licor que unas veces son gotas de
ilusión, de pasión, de cariño y de todos los colores. José soplaba sobre esas
gotitas... y, entonces, las calles de Villanueva, la iglesia, los montes, los
valles, el caballo tordo, el burro ciego, la cabra canela, el perro Fati y
hasta el recio y equivocado tío Paco, todo, todo el mundo en el que Villi
vivía se tornaba con los colores del arcoíris.
Aquel amor era imparable
y, desde el día del ‘sí quiero’ en la Iglesia de Santi Espíritu, cincuenta vueltas
ha dado la tierra al sol, 18.262 veces ha nacido el sol y otras tantas se ha
ocultado. El secreto para resistir:
José nos dejó una pincelada que muchos vimos y oímos en el salón del Indiano en
la isla bonita de la Palma. A Nacho y a Isabel les aconsejó comprensión, amor,
cariño y generosidad.
Me permito decir ahora lo
que José no dijo y que él ha practicado en todos los hogares en los que han
vivido: el método de la réplica y el desafío. Contra la
injuria la comprensión; contra el egoísmo, la generosidad; contra el rencor, el
amor; contra la falsedad, la verdad; contra el orgullo, la humildad; contra la
desesperanza, el trabajo y el sacrificio; contra la opresión, la libertad.
Para terminar este
manuscrito, escrito con mi manu, si lo hubiera escrito con el pie sería penuscrito.
En los surcos germina, crece y madura la semilla, que se convierte en el pan
que nos alimenta. En el matrimonio ocurre lo mismo. Primero Constante, el niño
más guapino del mundo; luego Sebastián, el niño y el hombre más libre del
mundo. Sebastián me dice que lo recordemos, que mientras lo recordemos seguirá
siendo el niño más libre, el hombre más libre. Sebastián es del aire, es el del
cielo, es de todos. Por último, llegó José Electo, el niño que mejor titiritaba
del mundo, el niño que más secretamente echaba de menos a su madre. He dicho
“por último llegó José Electo” pero no es así, porque también está el cariñoso
José Carlos, que aunque no es del mismo vientre que los demás, para nuestra
mente y corazón proviene del mismo sitio.
Para compensar tanta
amargura, el árbol genealógico ha seguido creciendo. David, Dani, Diego, Hugo y
Nora... ¡ay, Sabina, qué bálsamo para el espíritu!
¿Saben lo que os digo?
¡Que ya no puedo más! Y voy a hacer lo que Sabina sabe hacer: abrazar a los que
han resistido 50 años.
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