Visto y oído en el parque

La niña como de unos cinco años: "No quiero volver a verte nunca más. Me tienes harta, eres mala, muy mala". La agarró del brazo intentando poner la mayor cara de enfado que sabía y se dirigió a la orilla del pequeño lago. "Mira cómo te has puesto, toda llena de barro y completamente mojada. ¿Quieres que yo haga lo mismo? ¿Quieres ponerte enferma y pasarte la noche tosiendo?". Gritó mientras la zarandeaba. "Egoísta, te advertí que no jugaras con la tierra y mucho menos con el barro". Sentenció dándole un tortazo.

Se acercó al borde del agua, y con toda la fuerza que sus endebles brazos consiguieron reunir, impulsó a su muñeca al interior del lago. Se sentó en el suelo y dijo: "A ver si así aprendes y me dejas en paz un rato". Al instante, con los ojos llenos de lágrimas se volvió hacia mí, y con el dedo apuntando a la muñeca que flotaba en el agua, me rogó: "¡Señor! ¡Señor! ¿Puede sacarme a mi muñeca del agua? Porfa, porfa, a usted con su superbastón no le costará nada rescatarla. Porfa, porfa".

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